Por Aura Camila Lema
Con la serenidad de quien ha recorrido un largo camino, Marta Gómez habla con la misma ternura con la que canta. La artista colombiana, dos veces ganadora del Latin Grammy, lleva más de dos décadas construyendo un universo sonoro donde caben las historias más íntimas y las luchas más colectivas. En esta conversación con Entrevías Radio, Gómez repasa su trayectoria, la fuerza femenina en la música y la importancia de encontrar belleza incluso en los momentos más difíciles.
“Yo canto desde la cuna, literalmente. No recuerdo la primera vez que canté ni por qué. Mi mamá me cuenta que cuando me ponía en la cuna yo empezaba a mover la cabecita de un lado a otro y a hacer ruiditos, como si me arrullara a mí misma”, recuerda Marta con una sonrisa en la voz. Esa chispa temprana llevó a su madre a inscribirla en un colegio musical en Cali, donde ingresó a un coro infantil de altísimo nivel.“El coro fue todo para mí”, asegura. Allí no solo aprendió técnica vocal y repertorio —desde canciones en latín hasta óperas— sino la disciplina del oficio. “Nunca fue un hobby. Mientras otras niñas jugaban, yo tenía clases de piano y técnica vocal desde los siete años. Mi directora siempre decía que yo era la consentida del coro… y creo que tenía razón”, confiesa con un dejo de nostalgia.
Para Marta, acercar a los niños a la música es un regalo incomparable. “La música es un regalo para el alma de un niño tan grande que no tenemos ni idea. Más allá de si serán músicos o no, les da una herramienta para crear, para soñar”, afirma. Su propia experiencia como madre lo confirma: “Mi hijo, que tiene 13 años, puede pasarse tres horas sacando una canción de oído en la guitarra. Nunca le digo: ‘es hora de tocar’, pero ahí están los instrumentos disponibles. En esta época de celulares, es un bálsamo”.
La formación de Marta estuvo marcada por la exploración y la emoción por las historias. “En el coro cantábamos de todo, pero lo más importante era que entendíamos la historia detrás de cada canción. Si era triste, teníamos que estar tristes; si era alegre, había que sonreír. La letra lo era todo”, cuenta.Ese amor por la palabra y la narración se reforzó cuando empezó a escuchar a Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Violeta Parra, nombres que todavía hoy resuenan en su propuesta musical.
Su paso por Berklee College of Music en Boston fue una experiencia transformadora. “Fue un milagro. No es algo que le pase a casi nadie. Venir de Colombia, donde la formación era tan clásica, y llegar a una universidad donde analizábamos canciones de Sting en clase… fue abrir los ojos a otro mundo”, recuerda.Allí aprendió que “la música popular también es válida, también merece estudio y respeto”. Años más tarde, ha visto con alegría cómo en Colombia se han abierto espacios para el jazz, el folklore y la canción de autor.
Quienes conocen la obra de Marta Gómez saben que en ella conviven temas sociales, espirituales y cotidianos. Pero, ¿cómo decide qué contar? La respuesta es tan sencilla como profunda: “No pienso demasiado. Escribo sobre lo que me está rondando en la cabeza. Si estoy viviendo la maternidad, salen canciones infantiles. Si hay un momento de guerra, no dejo de pensar en eso. La música es mi manera de procesarlo todo”.Para ella, componer es casi terapéutico: “Escribo como quien escribe un diario. A veces una canción basta para sacarse un dolor o una alegría”.
Aunque Marta se considera afortunada, reconoce que para las mujeres nada es fácil. “Nunca sentí ataques directos, pero somos pocas compositoras. Cuando yo empecé, hace 20 años, las mujeres podíamos cantar bonito… pero siempre canciones escritas por hombres”, relata.Su experiencia, sin embargo, estuvo marcada por una particularidad: “Yo no encajo en los estándares de belleza convencionales y eso me ha dado una libertad maravillosa. Nunca nadie se me ha acercado con otras intenciones. Si cantan conmigo, es porque les gusta mi voz, y eso me fascina”.Hoy, Marta celebra ver a nuevas generaciones de cantautoras abrirse camino. “Hace unos días canté con Flor de Lava, un grupo de seis mujeres increíbles. Me dijeron: ‘Tú abriste este camino’. Fue muy conmovedor”.
Aunque fiel a sus raíces, Marta se ha abierto a explorar otros géneros gracias a las colaboraciones. “Lo hago de manera natural. Si canto con Elkin Robinson, me empapo de calipso; si es con Pedro Pastor, me acerco a su universo sonoro”.Aún así, su premisa es clara: “Nunca haré algo que me parezca feo. Si colaboro con alguien de un mundo diferente al mío, intento aportar lo que sé hacer sin perder mi esencia”.
Para Marta, hacer música no es una ambición, sino una necesidad. “Si no canto lo que siento, me muero. No hago canciones para ser famosa ni para cambiar el mundo. Solo quiero sacar lo que llevo dentro. Y quizá por eso conecta con tanta gente, porque es auténtico”.
Su nuevo sencillo junto a Pedro Pastor, “Destellos de belleza”, es un ejemplo de esa mirada poética sobre lo cotidiano. “En un momento muy difícil de mi vida, empecé a notar pequeñas cosas que me conmovían: una sonrisa, un gesto amable, la luna en la ventana… y de ahí nació la canción. Son esas cosas las que nos salvan”.
Marta Gómez ha trazado un camino que muchas otras mujeres han seguido, aunque ella lo vea con humildad. Su música sigue siendo un refugio para quienes buscan historias que sanan, conmueven y dan esperanza.“Estamos en un mundo que nos obliga a estar siempre felices, pero la rabia, el miedo y la tristeza también son válidos. La música es la herramienta más hermosa para sacarlo todo”, concluye.