
Hablar de Raúl Ornelas es hablar de un trovador moderno que convirtió la ironía, la nostalgia y la pasión en canciones que han viajado por toda Iberoamérica. Nacido en Arriaga, Chiapas, este cantautor se formó en escenarios pequeños, en bares y rincones donde la guitarra era la única compañera, hasta conquistar auditorios emblemáticos. Hoy, con más de tres décadas de carrera, trece discos y más de 300 canciones registradas, Ornelas mantiene intacta la esencia del cantautor que observa el mundo con bisturí y lo transforma en melodía.El pasado 21 de agosto cumplió uno de los hitos más importantes de su vida artística: llenar el Auditorio Nacional de la Ciudad de México. “Ese escenario es un lugar sagrado para todos los que nos dedicamos a esto en México y Latinoamérica. La vibra de ese lugar es única. Salí con el corazón demasiado contento, empapado de todo lo que representa”, confesó en conversación con Entrevías Radio.Pero si algo caracteriza a Ornelas es el contraste. Apenas unas semanas después de esa hazaña monumental, el cantautor aterrizará en Madrid para presentarse en un recinto de apenas cincuenta personas: el mítico Libertad 8, cuna y altar de la canción de autor en España. Y lo hará con el mismo nervio, la misma emoción y la misma entrega.“No quiero dejar nunca de cantar en lugares así porque ahí está toda tu esencia. Qué bendición volver a abrazar y enamorarme de mi guitarra, pero solito. Eso es indispensable en nuestra vida y en nuestra carrera”, dijo, con la certeza de que la intimidad es un recordatorio de por qué eligió este oficio.
Ornelas ha transitado de cantar en pequeños bares de Veracruz —donde alguna vez fingió estudiar Administración de Empresas Turísticas, aunque su destino estaba marcado por la música— a llenar auditorios de diez mil personas acompañado por dieciséis músicos. Y, sin embargo, insiste en que el aprendizaje verdadero se forja en los espacios pequeños:
“La mejor escuela de un cantautor es el bar, los tropiezos, las caídas, el contacto cercano con la gente. Esas noches de duda y de gloria, donde una canción puede salvarte o hundirte”.Ese contraste entre lo masivo y lo íntimo no lo incomoda, sino que lo alimenta. Lo grande le da perspectiva; lo pequeño, esencia. “Nunca debemos dejar de recordar esos momentos. Si pierdes el romance con tu guitarra, pierdes el alma de tu música”.
En Libertad 8, Ornelas promete un recorrido distinto al de los grandes escenarios. Rescatará canciones antiguas, personales, incluso aquellas que ha dudado en compartir por lo que le remueven. Entre ellas está “Será”, un tema que retrata la vulnerabilidad de los artistas frente a la duda:
“Será que estoy perdiendo mi lugar en esta batalla, será que pierdo la velocidad o estoy quedándome sin gasolina…”.Sobre esa canción confesó: “Todos los cantautores nos cuestionamos constantemente. Ojalá que esa incertidumbre nunca nos abandone, porque es lo que nos mantiene vivos, lo que nos obliga a salir al escenario con nervios, como si fuera la primera vez”.Ese temblor, esa ansiedad antes de cada concierto, es parte de su ritual. Ornelas reza, agradece, se queda a solas un instante antes de cantar. “Me gusta hablar con Dios, agradecerle lo malo y lo bueno. Subirme al escenario con la certeza de que cada público es distinto, cada canción también”.
La música de Raúl Ornelas no se entiende sin sus influencias: Serrat, Sabina, Silvio Rodríguez, Juan Luis Guerra. Descubrió la trova de Silvio casi por accidente, cuando un amigo en Veracruz le hizo creer que aquellas canciones eran suyas. Ese engaño se volvió revelación: “Cuando me confesó que eran de Silvio Rodríguez, de Serrat, entendí que había un mundo de autores que me iban a marcar para siempre”.Tanto lo marcaron que escribió una canción titulada “Influencias”, un homenaje a esos artistas que moldearon su estilo. “Siempre que puedo la canto, porque sigo agradeciéndole a toda esa gente que, aunque ya no esté, sigue siendo parte de mí”.
Introvertido desde niño, Ornelas encontró en la música la manera de decir lo que callaba. “A mis padres no podía decirles que los quería con palabras, tuve que escribirles canciones”, recordó. Y como muchos trovadores, también usó la guitarra como puente hacia el amor: “Claro que hice canciones para conquistar. Grabábamos casetes, los regalábamos… y si funcionaba, había que escribir otra con un paso más atrevido”.Ese impulso lo llevó a formar, junto a Jaime Flores y Luis Carlos Monroy, el grupo 3 de Copas, un proyecto que marcó época en la escena mexicana y lo acercó al gran público. De ahí en adelante, su pluma se diversificó hasta llegar a voces tan diferentes como Los Tigres del Norte, Bronco o Alejandro Fernández. “Hemos hecho canciones de chile, de mole y de manteca, como decimos en México”, ríe.
La entrevista en Entrevías Radio cerró con una reflexión dirigida a las nuevas generaciones de autores que luchan por abrirse paso en Madrid y en toda Iberoamérica. Ornelas, con la serenidad de quien ya conoce las luces y las sombras del camino, dijo:“Hoy en día es fácil volverse famoso de la noche a la mañana, pero eso es efímero. Lo que realmente pesa son las caídas, los tropiezos, las noches de bar, el recorrido paso a paso. No hay nada como agarrar la guitarra, vivir la incertidumbre, nutrir el corazón. Los atajos no calman, lo efímero no pesa. Lo que queda es el camino, y ese camino nos hace felices”.
Raúl Ornelas llega a España con la maleta cargada de canciones, de historias y de ganas de abrazar al público en un espacio que siente como casa. Libertad 8, dice, es “volver a empezar, enamorarse de las calles, de los bares y de la gente de España”.Y allí, entre el rumor de las copas y el silencio expectante de cincuenta personas, volverá a suceder lo esencial: un hombre, una guitarra y la certeza de que la música sigue siendo el mejor puente entre la intimidad y la eternidad.